martes, 18 de agosto de 2020

Actividades diarias Martes 18 de agosto.

   




Martes: 18/8  PARA DESCARGAR O IMPRIMIRHACER CLICK)


1.      ED. VISUAL. cont.: EL COLOR

Propuesta pedagógica:  Elegimos uno de estos retratos de Frida y lo recreamos.


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2       Prácticas del lenguaje. Cont.: Desarrollar formas personales de escritura.

Propuesta pedagógica: Seguramente en casa hay postres que preparan en momentos especiales. Registra el nombre del postre y el motivo especial por el que se suele preparar.

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3     Matemática. Cont.: Análisis y uso de diversos procedimientos para sumar.

Propuesta pedagógica: En este  cuadro de doble entrada, a cada número de la izquierda, le vamos a sumar, el 1; y vamos a colocar el resultado en el cuadro en blanco.



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4     RECREO (JUEGO)


5 Propuesta pedagógica: Luego de escuchar el cuento, cuéntame ¿qué cosas te llaman la atención en los días de lluvia?

Marina y la lluvia.

       Laura Devetach en Monigote en la arena; Colihue; Bs. As

Marina tenía unos ojos muy redondos y mil ganas de verlo todo. Se pasaba el día escuchando, oliendo, probando y frunciendo las cejas –eso la hacía pensar “más fuerte” - y preguntando cosas: “¿Cómo fue la primera, primera, pero primera vaca?” ¿Quién puso el huevo del que nació la primera gallina? ¿Los pescados son picantes? ... ¿Dónde tienen el pico para picar? Además de preguntar, a Marina le gustaba investigar cosas. Ya sabía que el paraíso tiene gusto amarguísimo y que la flor de la verbena es dulce. Que las tortitas de barro se rajan cuando se meten al horno. Que si uno toma mucha miel con agua puede pasarse bastante tiempo en el baño. Pero Marina tenía un problema: la lluvia. Apenas se nublaba, apenas el viento traía un poco de olor a tierra mojada, apenas caían cuatro gotas, mamá decretaba: “Llueve”. Y se acababan todos los planes que tuvieran que ver con asomar la nariz. Si pensaba ir al cine,“No, al cine no, porque llueve”. “Pero el cine tiene techo”, decía Marina. “Pero llueve”, decía mamá. “Nos ponemos el impermeable”. “¡No, con esta lluvia!”. Y mamá se quedaba mirando las gotas detrás de la ventana y entonces Marina sentía que no había en el mundo ni impermeable, ni botas, ni paraguas que a una la consolaran de la lluvia. Durante una de las tantas lluvias, Marina le dijo a mamá: “Yo no soy de azúcar, quiero salir a mojarme un poco”. ”No”, dijo mamá con tono de no-y-no. “No se sale cuando llueve”. “¿Pero qué  pasa cuando llueve? ¿De qué es la lluvia?”, rezongó Marina. “No” repitió mamá. “Uno no sabe lo que puede pasar”. Y Marina empezó a imaginarse catástrofes bajo la lluvia: se veía derritiéndose. Empezaba por los pies y se iba quedando chiquita, chiquita como los bastones que siempre se gastan por abajo. No, mejor se herrumbraba y se ponía marrón y con gusto a hierro como la bici cuando quedó afuera. No, mejor, el agua le llevaba su pelo tan lindo y quedaba pelada como un huevo. O empezaba a cambiar de color, hasta quedarse transparente. Se podía mirar a través de ella como si fuera un vidrio. Después, se imaginó chapoteando con ella. Y le hacía barcos con una hoja de papel y se le mojaba y hacía otro y se le mojaba y hacía otro y otro doblando las hojas de diario. “Mamá, ¿Nunca te metiste en la zanja como Raúl y los chicos de enfrente?”.“No, Marina”, dijo mamá.“A mi no me dejaban. Cuando llueve, no se sale”. Un día llegó la tía Flora y con ella una lluvia de verano de esas que lo lavan todo y dejan las zanjas como para llenarlas de barcos. Y quiso hacer tortas fritas pero no encontraba la harina, y mamá no estaba. Todo fue perfecto. En un tris, con una gran bolsa de nailon como capa y la plata bien apretada para que no se pierda Marina corrió al almacén. Como una ráfaga trajo la harina y volvió a salir corriendo. Tía Flora tenía una extraña sonrisa de día de lluvia. Marina se hundió en la zanja hasta las rodillas. El barro del fondo se le metía entre los dedos de los pies y todo era raro y fresco, impresionante y divertido. La lluvia caía como un río sobre la cara de Marina. Se deslizaba por la espalda, se había metido en su boca y Marina le había encontrado un lejano gusto a estrellas. Eso le recordó que tenía hambre y un poco de frío y que en casa las tortas se doraban como soles. Pero antes de volver, hizo un cucurucho con un papelito y lo llenó de lluvia.  Entró a casa con paso lento, para no volcar el agua del cucurucho y en puntas de pie para no enchastrar el piso. Tía Flora sacaba soles de la sartén y mamá estaba de regreso, preparaba el mate...y miraba a Marina de reojo.“Mamá...¡mirá, mirá! ¡La lluvia es sólo agua!”, dijo Marina y le extendió el cucurucho. Mamá lo recibió como si fuera una flor, sin saber donde ponerlo, porque- ...¿Cuál es el lugar de los cucuruchos llenos de lluvia?. De pronto, lo dejó sobre la mesa y dijo: “Vamos”. Sus zapatos quedaron junto al mate a medio cebar. Cuando la tía Flora se asomó, Marina y mamá chapoteaban en la zanja. Al frente Raúl y sus cinco hermanos hacían navegar ramitas. Había dejado de llover y todo el barrio se asomaba, chapoteaba, saludaba y esponjaba las plumas como los pájaros. “La lluvia es sólo agua”, dijo mamá riendo. “Sí”, dijo Marina. “Hay que publicarlo en todos los diarios”.

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